la respuesta a la que en la mayoría de las veces llegamos no es otra que la ansiedad y la falta de seguridad en sí mismosEn este tipo de entrevistas normalmente se ponen en juego dos grandes factores. Por una parte los conocimientos técnicos y las aptitudes para desempeñar el puesto de trabajo para el cual estamos optando. Y por otra parte nuestras actitudes personales y en definitiva la imagen que damos de nosotros mismos en la entrevista. Muchas veces me encuentro en las sesiones de coaching laboral con personas que aún dominando el primer factor (los conocimientos técnicos y aptitudes) no consiguen demostrarlos durante las entrevistas y ven cómo se traban y se bloquen ante preguntas técnicas supuestamente sencillas. Esto, evidentemente, perjudica al desarrollo del resto de la entrevista y, más allá de eso, hace que tengan una visión pesimista para futuras entrevistas. [embed]https://www.flickr.com/photos/srgblog/3453297184[/embed]
Especialmente los que vivimos en ciudades, vivimos en entornos que producen ansiedad, estresantes, y que a juzgar por el enorme número de medicamentos recetados contra la ansiedad y sus problemas derivados, normalizan el vivir al límite del ataque de pánico. Lo primero para superarlo es dejar de sentirse único, y darse cuenta de que aunque no solamos hablar de ello, se trata de algo bastante habitual hoy en dia, desgraciadamente. Y buscar ayuda.
Algunos de los síntomas orientativos asociados a la ansiedad: - Preocupación excesiva - Pensamientos o sentimientos negativos sobre uno mismo - Inseguridad - Temor a que nos noten la ansiedad y a lo que pensarán si esto sucede - Molestias estomacales, o digestivas (comer en exceso o lo contrario, falta de apetito) - Sudor - Temblores - Tensión, palpitaciones, corazón acelerado - Inquietud (pies, manos, rascarse, etc.) - Fumar, comer o beber en exceso - Evitación de situacionesPor lo general no nos gustan las etiquetas y diagnósticos, hay tantos tipos de ansiedad como personas ansiosas, y no toda la ansiedad ni la angustia es mala. A veces son indicadores de que algo no va del todo bien, de que se necesita un cambio, y apagar esa alerta es tan bueno como desactivar el cuadro de luces de un coche. En nuestra opinión, lo mejor contra la ansiedad es aprender a relajarse, reservar un tiempo para uno mismo y dedicarse el trabajo de pensar en la vida que llevamos, o en el mundo que vivimos. Con menos recetas de ansiolíticos y más de psicoterapia, seguramente las personas harían más por reducir sus fuentes de ansiedad mala, que en simplemente aturdirla y hacer como si no la padecieran. Habría seguramente mucho más descontento y desobediencia ciudadana en estos tiempos de "crisis".
El siguiente artículo de El País lanza algunas claves sobre este asunto. Hemos colado algún comentario. Como indica, la falta de recursos en la sanidad pública hace que la mayor parte de estos casos se traten exclusivamente con medicación (el médico de cabecera, que es quien principalmente los detecta, cuenta con 5 minutos de consulta por paciente, y la lista de espera para un psicólogo por la pública es de unos dos meses). Lo cual cuadra perfectamente con el perfil de pacientes que nosotros recibimos: han probado diferentes medicaciones, y tras dos o tres años, deciden invertir un poco más acudiendo a un psicólogo privado. Normalmente no aciertan a la primera. Eso sí, nosotros no llegamos a los 90 euros por sesión que dicen en el artículo. Sabemos que eso no lo puede pagar casi nadie. No somos tan elitistas.
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Elena se despierta sobresaltada. No ha tenido pesadillas, o no las recuerda. Mira el reloj: las cuatro y cuarenta y cinco de la madrugada. La misma hora que ayer, y antes de ayer, y todas las noches desde hace una semana. El corazón acelerado, un sudor frío brotándole de súbito, el estómago en la boca. No se alarma, no demasiado. Sabe lo que no le pasa. No le va a dar un ataque al corazón, no se va a morir, no en este momento. La primera vez que le sucedió algo así “pero a lo bestia”, hace un par de años, poco después de la traumática muerte de su padre, se asustó tanto que su marido, que ahora duerme como un tronco a su lado, la llevó a urgencias del hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares, a 10 minutos de su casa, creyendo que le estaba dando un infarto. En absoluto. Después de que un internista descartara tal posibilidad, Elena acabó con un ansiolítico debajo de la lengua y un diagnóstico rápido del psiquiatra de guardia que posteriormente confirmaría el psicólogo privado al que acudió durante todo el año siguiente: ataque de pánico compatible con trastorno de ansiedad generalizada.
Desde entonces, Elena, de 42 años, casada y madre de dos hijos, está aprendiendo a vivir con su angustia. Hija modelo, hermana mayor, trabajadora perfeccionista, madre clueca, se recuerda siempre preocupada por todo y por todos. Pero desde aquel “clic” que ella atribuye al fallecimiento de su padre y su consiguiente “quiebra emocional”, la preocupación se le fue de las manos. Aún tiene rachas. Aunque se reconoce nerviosa a menudo, mantiene su inquietud a raya a base de disciplina. Pero un revés familiar, una mala noticia, un apretón de trabajo como el que le cayó hace una semana puede volver a desencadenarle “yuyus” como el descrito.
La ansiedad prepara al organismo para atacar, esconderse o huir de un depredador. El problema es cuando el ‘tigre’ es la vida
Momentos en los que siente que no llega, que algo malo va a suceder, que no puede con su vida. Por eso ya no se asusta. Ni recurre a los comprimidos de benzodiacepinas que le prescribió el psiquiatra. Sabe que si aguanta el tiempo suficiente controlando la respiración, cerrando los ojos, tratando de pensar en otra cosa, el sudor remitirá, pasarán las náuseas, el corazón volverá a su ritmo. Puede que hasta le dé tiempo a echar una cabezada hasta las siete, hora en la que tendrá que levantarse, llevar a sus hijos al colegio y empezar su jornada de 10 horas en una agencia de publicidad. Elena padece de ansiedad, el trastorno mental menor más común –entre un 15% y un 20% de la población, mujeres en una proporción de dos tercios, lo sufrirá en algún momento de su vida, según la OMS–, y la va capeando como puede, como tantos. La diferencia es que ella lo sabe porque un día su inquietud la puso contra las cuerdas y pidió ayuda. Otros ni siquiera le ponen nombre ni remedio a su sinvivir.
Días de vértigo. Presión insostenible. Cumbres de infarto. Tiempos convulsos. Llevamos meses, años incluso, leyendo a diario sentencias apocalípticas en los medios a propósito de la situación de las empresas, los Gobiernos, los países, la humanidad entera. No es de extrañar que muchos estén al borde de un ataque de nervios.
Individual y colectivamente. El 45% de los trabajadores tienen miedo a perder su empleo y más del 80% creen que las cosas no mejorarán en un futuro próximo, según el estudio Los españoles y la enfermedad del miedo, publicado por la Fundación Pfizer en 2010. El doctor Enrique Baca, especializado en psiquiatría y neurología, alertó en la presentación del mismo de que ese miedo puede llevar a las personas y a la sociedad a la ansiedad y la parálisis. La paradoja es que si no estuviéramos ansiosos, estaríamos muertos.
[ Pfizer es una de las principales compañías farmacéticas del mundo ]
QUÉ ES LA ANSIEDAD. LA ANSIEDAD DESDE EL PUNTO DE VISTA EVOLUTIVO
La ansiedad es un mecanismo de defensa de los seres humanos frente al peligro. El sistema de alerta cerebral que activa el organismo para encarar las amenazas y que nos ha permitido sobrevivir como especie desde hace milenios. Imaginemos a un hombre primitivo que presiente que un depredador –pongamos un tigre– viene a por él. Sus sentidos se agudizan, su corazón se acelera, sube su presión arterial. Su cuerpo se prepara para atacar al enemigo, esconderse o huir. Eso es ansiedad. La ansiedad buena. La que nos salva la vida cuando vemos que el coche de delante frena y hace que nosotros también frenemos en milésimas de segundo para evitar el choque. La que nos permite pensar y actuar más rápida y eficientemente cuando el tiempo apremia.
“El problema es cuando no hay tigre”, explica el psiquiatra Alberto Fernández-Liria, jefe del servicio de salud mental del hospital de Alcalá de Henares. “O cuando el tigre es un gato como salir a la calle, acudir al trabajo, conocer gente, lidiar con los problemas del día a día, enfrentar la vida cotidiana. No vivimos en la selva, la estrategia tiene que ser diferente. La ansiedad normal se convierte en patológica cuando nos anula, nos paraliza, nos causa más problemas de los que nos quita”.
La ansiedad normal se convierte en patológica cuando nos anula, nos paraliza, nos causa más problemas de los que nos quita
Fernández-Liria tiene prohibido a su equipo decirle a ningún paciente “a usted no le pasa nada” o “lo suyo es de la cabeza” cuando acuden a urgencias con una crisis de pánico como la de Elena. “Claro que les pasa algo: tienen taquicardia, contracciones musculares que pueden ser dolorosísimas, sienten que les falta el aire, se creen morir. Hay que explicarles que su cuerpo se ha preparado para salir por patas porque percibe un peligro que puede ser o no real. Decirles qué les sucede suele tranquilizarles bastante. Después viene el abordaje terapéutico, que no es tan simple. El objetivo es que el afectado cambie ese mecanismo, que aprenda a poner las cosas en su sitio. No se trata de no tener ansiedad, sino de saber manejarla”.
Para combatir este estado de depresión uno mismo, como dice la canción, lo mejor es levantarse, salir, marcharse y a ser posible, tratar de hacer cosas que nos hagan sentir bien.-- Gone, de The Cure Sí, ya sabes cómo es, despertar sintiendote azul (triste) Y todo lo que podría ir o estar mal , te incluye a ti. Nubes negras y lluvia, y dolor en la cabeza Y todo lo que quieres hacer es quedarte en la cama Pero si lo hicieras te estarías perdiendo el mundo Porque eso no detiene el dar vueltas a lo que sea que has escuchado Si lo hicieras te estarías perdiendo el mundo Tienes que levantarte, salir y marcharte Sí, ya sabes cómo es, despertar sintiéndote verde (enfermo) Enfermo como un perro y seis veces más malvado No te apetece cantar, no quieres tocar No quieres moverte, no quieres menearte Todo lo que quieres hacer es nada En un día como éste