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Los que cuidamos tenemos que cuidarnos

Los que cuidamos tenemos que cuidarnos

Sobre el “síndrome del cuidador”: el cuidador presenta un estrés que requiere atención cuando los recursos para cuidar al enfermo suponen un sobreesfuerzo. Siendo los recursos de los que dispone la persona limitados e insuficientes para solventar el problema, esto supone a madio o largo plazo un peligro para su salud y bienestar personal.

Las consecuencias en el entorno afectan: a las relaciones familiares, el desempeño laboral cambia, la capacidad económica, pueden aparecer alteraciones físicas y emocionales. Cuando un familiar sufre un daño cerebral sobrevenido (ya sea ictus, traumatismo cranoencefálico…), presenta demencia u otras patologías,  suceden una serie de cambios (en las relaciones con los demás, en el establecimiento de metas…) entre estos está el cambio de roles. Por ejemplo los cónyuges: en muchos casos la mujer preparaba la ropa del marido, hacía la comida… en este caso han de aprenderse habilidades que no habían hecho hasta el momento (el impacto no sólo está en aprender habilidades nuevas, sino también emocionalmente). En otros casos la persona enferma era la que tomaba principalmente las decisiones de diferente tipo (por ejemplo “papeleos del banco”), ahora también se ha de asumir ese tipo de responsabilidad. Los hijos/as tienen que hacer tareas y adquirir responsabilidades que antes eran propias de la persona que ahora ha cambiado por el daño cerebral; por ejemplo los/as hijos/as tienen que cuidar de los padres cuando antes era a la inversa, ponerles límites y realizar la toma de decisiones por ellos/as.

Será una modificación progresiva paralela al curso de la enfermedad que generará reacciones de tensión, ira, tristeza y a veces culpabilidad. Todas estas reacciones son normales y nadie escapa a estos estados de ánimo como iremos viendo a lo largo de las diferentes sesiones.

¿Por qué es importante “cuidar al cuidador/a”?

El cuidarse uno mismo permite beneficios personales como son el mantener una mejor calidad de vida y la propia salud, a pesar de las constantes adaptaciones que tenemos que ir haciendo.

Esto además:

  • Va a repercutir directamente sobre la salud de la persona cuidada. La memoria emocional, la detección del clima del entorno es una capacidad de los seres humanos que se mantiene hasta en casos de deterioro severo.
  • Además nos permitirá prestar ayuda más tiempo. Ya que el desgaste físico y emocional no se producirá al mismo ritmo si nos “cuidamos”.

En definitiva el bienestar de la persona afectada depende de nuestro propio bienestar. Si nos agotamos física y emocionalmente, repercute directamente sobre la calidad del cuidado. El permitirnos cuidarnos nos hará:

Ver las secuelas desde otro punto de vista, entendiendo que el daño cerebral sobrevenido de nuestro familiar puede que haya llegado a su límite de recuperación y haya cosas que no tengan “solución”, pero sí los problemas que van planteándose en el día a día.

  • Evitar el ensayo-error que se produce cuando no se conoce algo.
  • Anticipar soluciones.
  • Ver diferentes alternativas.
  • Menor coste emocional y nervioso.

Síntomas que nos indican que necesitamos ayuda:

  • Problemas de sueño.
  • Pérdida de energía.
  • Aislamiento.
  • Consumo excesivo de estimulantes.
  • Problemas físicos: palpitaciones, temblores, molestias digestivas…
  • Problemas de memoria y dificultad para concentrarse.
  • Aumento o disminución del apetito.
  • Cambios de humor. Enfados fáciles y frecuentes.
  • Dificultad para superar sentimientos de depresión y nerviosismo.
  • Despreocupación por la imagen personal.

Poner límites al cuidado:

  1. “Sobreprotección”: creer que esta es la mejor alternativa nos va  a producir el anticipar la dependencia de nuestro familiar. Debemos aprender a adecuar la actividad a la capacidad del enfermo. Para ello tenemos que saber la necesidad de ayuda real que el enfermo necesita, observando qué hace en otras ocasiones, cómo actúa, y entonces saber diferenciar entre la necesidad real o cierto acomodo del familiar. Por él (conservar la autonomía al máximo) y por nosotros/as (no agotarnos antes de tiempo, ya que las fuerzas hay que reservarlas para otros momentos).
  2. “Como yo no lo cuida nadie”: analizar hasta que punto esto es verdad, hay que dejarse ayudar para poder seguir ayudando y contamos con profesionales (por ejemplo auxiliares a domicilio) que se dedican perfectamente a ello aunque nosotros/as tengamos manera diferentes, el cuidado es igual de eficaz y ellos/as también son expertos en hacerlo. Atención a los sentimientos de culpabilidad.

La rigidez e inflexión también tienen consecuencias: ver todas las acciones como una obligación, aislarnos, cansancio, fatiga…

En resumen cuidar la propia salud va a implicar una serie de consideraciones hacia uno mismo/a:

  • Descansar cada día lo suficiente, si se enferma las cosas se pondrán peor.
  • Evitar los excitantes para animarse (café, alcohol…)
  • Hacer lo posible para conservar la propia salud, consulte al médico lo que le duela, es decir, síntomas que pueda estar padeciendo. No olvidar o retrasar las propias consultas médicas y revisiones.
  • No aislarse, es necesario organizar el tiempo para quedar con amigos/as, acudir a reuniones sociales (se pueden crear nuevos conocidos que compartan la situación actual de la persona).
  • Mantener alguna actividad placentera, es decir, algo que siempre nos haya gustado realizar: pasear, ir al cine, hacer punto, crucigramas, cuidar las plantas… realizar el ejercicio físico es aconsejable como actividad saludable.
  • La risa, la alegría son necesarias, si en mitad de esta situación, es decir si en “mitad del temporal” no sentir vergüenza de ello, al contrario hay que fomentarlas en la medida de lo posible. El enfermo se beneficia también de esta actitud.
  • Un momento a la semana reservado para usted. Que un cuidador o familiar se quede con el enfermo unas horas para poder salir, despejarse. También es importante el tomarse unos días de vacaciones al año, después las cosas se ven con mayor serenidad y se toma perspectiva lo que ayuda en la toma de decisiones.

Todas las indicaciones sólo son efectivas si mientras se está tomando ese tiempo de descanso, vacaciones… realmente se están viviendo. Es decir, realizar una actividad mientras se piensa en otra actividad diferente (o en lo que creo que debería estar haciendo) no es efectivo, ya que ni se realiza lo que se está llevando a cabo ni en lo que se está pensado.

Iñaki López
ilopez@psicologiaenmadrid.es

Apasionado del estudio del ser humano y del funcionamiento de la mente/consciencia, soy psicólogo general sanitario desde el año 2008. Mi actividad se centra en la psicoterapia individual, de pareja y familia, el coaching y la terapia de grupo. Atiendo en mi ciudad natal, Madrid, o a través de videollamada y teléfono. Puedes consultar mi perfil completo para ampliar información o solicitar cita. Desde el año 2012 estoy asociado con la excelente psicóloga Andrea Navarrete; de donde viene el nombre IA (Iñaki+Andrea) Psicólogos.