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Cambios cognitivos asociados al envejecimiento no patológico

Cambios cognitivos asociados al envejecimiento no patológico

Existen multitud de definiciones de envejecimiento, la mayoría de ellas lo definen como una etapa más del desarrollo humano, en la que existe una lenta y progresiva involución, en ausencia de enfermedad. Esta involución afecta a las funciones físicas (por ejemplo, se va reduciendo la eficacia motora) y también a las cognitivas (por ejemplo, disminuye la velocidad de procesamiento) pero ello sin implicar patología, ni riesgo en la funcionalidad de la persona. Moragas (1991), enumera las características comunes en las definiciones de envejecimiento, entre las que están que es fenómeno intrínseco, progresivo, universal, individual, declinante, asincrónico, programado genéticamente y sobre el cual inciden diferentes factores como la herencia, factores ambientales y sanitarios, entre otros.

Sin embargo, la vejez patológica sería aquella que se desarrolla en un organismo con enfermedad y la vejez normal la que evoluciona sin patologías inhabilitantes. Esta clasificación resulta demasiado amplia, por ello dentro de la vejez normal también están aquellas personas que aunque no padezcan una enfermedad inhabilitante, presenta riesgo de padecerla. Tal como señala Fernández-Ballesteros, (1998) una vejez con éxito es la que mantiene salud (o ausencia de enfermedad) y habilidad funcional (ausencia de discapacidad). Dentro de este continuo, entre el envejecimiento normal y patológico existe el “deterioro cognitivo leve”, como declive cognitivo intermedio.

El envejecimiento lleva asociado una serie de cambios entre los que está el declive en el sistema nervioso central que apareja cambios neurobiológicos, como la reducción del peso y volumen cerebral y la pérdida de mielina de los axones. También existen cambios neurofisiológicos, como la ligera modificación del flujo sanguíneo cerebral, reducción del impulso nervioso y del control inhibitorio de estímulos externos. Las áreas cerebrales donde se produce mayor declive es en las regiones temporales, frontales y parietales (aunque, como ya se ha mencionado, no implican patología). Las zonas que presentan este proceso de atrofia son el lóbulo occipital y la base del cerebro (Román y Sánchez, 1998). Además aparece una disminución de las circunvoluciones cerebrales y un significativo aumento de los ventrículos (Rentz et al., 2004). A nivel subcortical los cambios que aparecen durante el envejecimiento afectan a la amígdala, hipocampo, ganglios basales locus coeruleus y sustancia negra con reducción del número de neuronas asociadas. (La Rue, 1992). Los cambios neurobiológicos dan lugar a cambios cognitivos.

Exsiten cambios en la capacidad de atención, dando lugar al deterioro de la capacidad de atención sostenida y a distracciones, sin embargo, generalmente, no aparecen problemas en la atención selectiva. Respecto a la atención dividida, durante el envejecimiento se produce una disminución en el rendimiento de tareas duales (Madden, 1990). En un estudio reciente de Vázquez-Marrufo et al. (2010) donde se analizan las redes atencionales concluye que los mayores muestran un enlentecimiento general durante las tareas atencionales que los sujetos más jóvenes.

En relación a la velocidad de procesamiento de la información, durante la vejez habitualmente aparece enlentecimiento. Salthouse (1991), se observa que cuando las personas mayores llevan a cabo una tarea compleja, hay un enlentecimiento en las fases iniciales de la tarea que condicionan el llegar a alcanzar las fases finales, por lo que la velocidad de procesamiento a influye más negativamente en el resultado de las tareas. El origen de este enlentecimiento general (aunque afecta más a las tareas complejas) puede estar influenciada por la leucoaraiosis o degeneración de la materia blanca que se asocia con la edad (Junque et al., 1990).

Por otro lado, el lenguaje es una capacidad que permanece conservada de manera general durante el envejecimiento normal (sin olvidar que es una variable ligada a factores como el nivel educacional). Se han descrito una mayor riqueza léxica según avanza la edad, al igual que de sintaxis y de compresión (Montañés et al. 2007). Sin embargo, puede verse afectada la capacidad de encontrar la palabra adecuada y la elaboración de un discurso complejo, la fluidez verbal. Este tipo de deterioro se debería al declive de la memoria de trabajo y de la lentificación del procesamiento de la información, y no a un problema de la capacidad de lenguaje. Huff (1990) propone que, la implicación de componentes no verbales en las tareas de fluencia verbal, capacidad para la atención sostenida, velocidad de procesamiento y producción motora, podrían explicar el hecho de que las personas mayores tengan más dificultades en la ejecución de las tareas de fluidez verbal.

En lo que se refiere a las funciones ejecutivas durante el envejecimiento la eficacia es menor cuando se han de abordar situaciones complejas, aunque el razonamiento está conservado en las situaciones más habituales o del día a día, en situaciones novedosas o complejas cometen más errores de redundancia y perseveraciones. Esto se relaciona con que las regiones frontales son las primeras en sufrir un declive durante el envejecimiento. Junqué y Jurado (1994) señalan que el lóbulo frontal tiene conexiones cortico-corticales y córtico-subcorticales, la degeneración de la sustancia blanca y ganglios basales asociada a la edad afecta a todas estas funciones que dependen de la corteza frontal. Por ejemplo las personas mayores presentan un déficits en la formación de conceptos, piensan en términos más concreto que los más jóvenes, disminuyen la flexibilidad cognitiva necesaria para realizar abstracciones y formar asociaciones entre conceptos (Ramón y Sánchez, 1998).

Por otro lado, algunos estudios reflejan deterioro espacial asociado a envejecimiento, asociado a un declive gradual de habilidades que requieren tiempo para su ejecución. Las diferencias entre personas jóvenes y mayores aumente de manera significativa por la lentificación motora y el aumento en los tiempos de reacción (Arango et al. 2003).

Los cambios asociados a la edad, afectan de diferente manera a cada sistema de memoria. Por un lado, existe declive recuperación de la información almacenada y la codificación, y en velocidad de procesamiento. Además en la memoria de trabajo (asociada a las funciones ejecutivas ya mencionadas) existe deterioro del sistema del ejecutivo central (Craik et al. 1995).

En resumen, existen una serie de cambios asociados al envejecimiento, tanto a nivel físico como funcional. Este declive también afecta a las capacidades cognitivas, especialmente a la memoria de trabajo y a la velocidad de procesamiento, pero en ningún caso se considera que haya patología, tal como sucede en mayores con enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Parkinson o la enfermedad de Alzheimer.

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