Cambios cognitivos asociados al envejecimiento no patológico
Existen multitud de definiciones de envejecimiento, la mayoría de ellas lo definen como una etapa más del desarrollo humano, en la que existe una lenta y progresiva involución, en ausencia de enfermedad. Esta involución afecta a las funciones físicas (por ejemplo, se va reduciendo la eficacia motora) y también a las cognitivas (por ejemplo, disminuye la velocidad de procesamiento) pero ello sin implicar patología, ni riesgo en la funcionalidad de la persona. Moragas (1991), enumera las características comunes en las definiciones de envejecimiento, entre las que están que es fenómeno intrínseco, progresivo, universal, individual, declinante, asincrónico, programado genéticamente y sobre el cual inciden diferentes factores como la herencia, factores ambientales y sanitarios, entre otros.
Sin embargo, la vejez patológica sería aquella que se desarrolla en un organismo con enfermedad y la vejez normal la que evoluciona sin patologías inhabilitantes. Esta clasificación resulta demasiado amplia, por ello dentro de la vejez normal también están aquellas personas que aunque no padezcan una enfermedad inhabilitante, presenta riesgo de padecerla. Tal como señala Fernández-Ballesteros, (1998) una vejez con éxito es la que mantiene salud (o ausencia de enfermedad) y habilidad funcional (ausencia de discapacidad). Dentro de este continuo, entre el envejecimiento normal y patológico existe el “deterioro cognitivo leve”, como declive cognitivo intermedio.