Nos ha encantado ésta entrevista en La Vanguardia al
psicólogo Rafael Santandreu...
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Una entrevista con
Rafael Santandreu sin atrezo no sería lo mismo. En la última ocasión que coincidimos vino acompañado de Fermín, un cráneo de esqueleto que le servía para introducir el tema de la muerte en sus charlas. Esta vez, la cosa es un poco más optimista y el terapeuta saca de su bolsillo mágico diferentes juegos de gafas sin cristales y con las monturas de colores chillones. Estas lentes, más propias de festivales como el Primavera Sound, son la expresión material del mensaje central que Santandreu expone en su nuevo libro
Les ulleres de la felicitat (Rosa dels vents): “Trabajar la fortaleza mental implica ponerse unas gafas diferentes y fijarse en cosas que antes no habías visto; visualizar una abundancia brutal donde antes veías un páramo. Si atajas tus miedos y tus quejas, tienes un espacio mental para estar y disfrutar enorme”. El terapeuta bebe de las ideas de
Albert Ellis, padre de la
Terapia Racional Emotiva Conductual y considera clave y necesario controlar nuestro diálogo interior y pensamientos para reducir la negatividad y apreciar las oportunidades que, según él, nos brinda diariamente la vida. Santandreu augura que, en pocos años, la mitad de la población podría sufrir neurosis, y se muestra trasgresor en temas universales como la muerte, el amor o la educación. Con o sin gafas, esta entrevista empieza con una sesión en el oculista.
-Suele hacer conferencias con una camiseta que lleva el lema de “la vida es una ganga”. No le preguntaré por su gafas de la felicidad porque intuyo que las lleva bien graduadas. ¿La mente es nuestra oculista?
-Completamente. Las gafas de la felicidad consisten en graduar tu propia mente y darse cuenta de que la vida es muy fácil. Esta visión depende de que tengas pocas necesidades. El problema es que hoy en día nos hemos creado muchísimas necesidades, especialmente de cosas inmateriales, no sólo materiales. En mi nuevo libro hablo de una herramienta que suele sorprender a la gente, pero que yo uso desde hace mucho tiempo.
-Sorpréndame.
-Les llamo ejercicios de renuncia, que bien podrían estar inspirados en los ejercicios eclesiásticos de los monasterios en los siglos XVI y XVII. Los monjes hacían, y todavía hacen hoy, ayunos que implican ricas dosis de incomodidad. Se trata, pues, de aplicarte pequeñas incomodidades cada semana y ser igual de feliz.
-Póngame algún ejemplo para hacer en nuestro día a día, no en un monasterio.
-Ir de casa al trabajo andando y tardar mucho más, sin necesidad de coger transporte público que te haga el trayecto mas llevadero. O quedarte una noche sin dormir aunque sea avanzando cosas del trabajo.
-¿Qué conseguimos con ello?
-No apegarte tanto a la comodidad y desmitificar la idea actual de que la comodidad es buena. Si nos apegamos en exceso a ella, nos volvemos cascarrabias, exigentes y neuróticos, porque nos decimos a nosotros mismos que necesitamos comodidad completa. ¡Eso causa un gran malestar en las personas! Tengo cantidad de pacientes que son hipersensibles a los ruidos, a los atascos de tráfico o a cualquier cosa que no funcione como ellos querrían. Por eso digo que ponerse las gafas de la felicidad implica necesitar poco y dejar de lado un montón de cosas inmateriales, entre ellas, la dichosa comodidad.
-Aunque parezca lo contrario, ¿nos cuesta más renunciar a lo inmaterial que a los bienes más materiales?
-Por supuesto. Te pondré un ejemplo: ahora tengo un paciente que tiene complejo de tonto, de que no es inteligente. Es una persona que de puertas a fuera es hiriente, que aparenta ser creído, avasallador. Esto le hace estar siempre en guardia para ponerse por encima de los demás. Mi paciente hace eso porque, en realidad, tiene un gran complejo de inferioridad y una necesidad de no pasar por tonto. ¡Fíjate qué necesidad inmaterial! Una persona no llega a madurar y a ser feliz hasta que el concepto de ser inteligente le da igual. La inteligencia es un valor anecdótico que no necesitamos, como puede ser la belleza física.
-No tiene una tarea fácil, vivimos acomodados en la sociedad de la imagen…
-El índice de anorexia en España no para de subir. En los últimos diez años se han duplicado los casos de personas anoréxicas. Son personas que le dan una importancia a la belleza física extraordinaria y eso las hace neuróticas. Está claro que es otro valor inmaterial al que tenemos que empezar a renunciar.
-Desgraciadamente, hay otra cifra que también se ha incrementado; la de personas que no gozan de una buena salud mental. Según asegura en su libro, el índice supera ya al 30% de la población mundial. ¿Por qué nos estamos volviendo más neuróticos?
-Se calcula que en 2050 la mitad de la población será neurótica. Estoy hablando de que el 50% de la gente tendrá problemas para acudir al trabajo por culpa de la depresión y la ansiedad. ¡Es bestial! Esto ocurre porque tenemos una sociedad muy exigente, que nos hace ser locamente exigentes con nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno. La mente del ser humano no está preparada para tanta exigencia. Vivimos de una manera antinatural, con una cantidad de exigencias que no son sostenibles.
La mente del ser humano no está preparada para tanta exigencia. Vivimos de una manera antinatural, con una cantidad de exigencias que no son sostenibles.
09 junio, 2014