22 Dic Es Navidad… y en casa hay una silla vacía
La dificultad de afrontar el duelo por las pérdidas, los cambios y la muerte siguen siendo una asignatura pendiente en nuestra sociedad; otro tabú del que se habla poco y del que a veces nos forzamos a hacer como si no existiera… Nos gustaría compartir con vosotros esta interesante reflexión de Alba Payás, especialmente con aquellos que echan de menos a otros en estas fiestas:
Se acercan las fiestas de Navidad y para la mayoría de las personas es motivo de reencuentros familiares, alegría y mucha diversión; pero para aquellas familias que han sufrido la muerte de un ser querido, se trata de tiempo muy difícil, de nostalgia, sufrimiento e incomprensión. La esencia de la Navidad se encuentra en la vida familiar, en el compartir de forma gestual el afecto que nos profesamos, y el gozo de poder estar juntos. Comemos los platos tradicionales, nos hacemos regalos, y organizamos actividades con los pequeños. Pero para aquellos en duelo todos estos momentos reactivan sentimientos de aflicción por la ausencia de la persona fallecida. Más que en ningún otro momento del año, la Navidad es una contradicción: el o ella no están, entonces ¿que sentido tiene la celebración de estos días?
Si estás en duelo, es natural que te sientas triste, sobrepasado e incluso enfadado, y como no eres capaz de controlar tus emociones, estas entraran en conflicto con lo que se espera que hagas estas fiestas. Los otros: hijos, hermanos, quizás tu pareja, tus amigos más íntimos, te piden que estés presente, que estés bien, que hagas lo de siempre, que tires adelante; pero tu estás roto por dentro, no tienes fuerza y desearías ya que estos días hubieran pasado. No puedes dejar de pensar en tu persona querida ausente. Te molestan las luces de las decoraciones, la música tradicional de las fiestas y el pensar en los regalos y las comidas. Mucho antes de que lleguen estas fechas ya empiezas a temerlas. Te preguntas como podrás resistirlo y como lo harás para que la tristeza no te embargue, arruinando las fiestas a los otros miembros de la familia.
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Quizás deberíamos empezar a diferenciar que hablar de la muerte no es morirse. Podemos sentir miedo a la muerte, a la pérdida de un ser querido significativo, eso es humano, pero lo que es inhumano es nuestra incapacidad para hablar de ello, nuestro miedo a compartir nuestras preocupaciones sobre la muerte, o sobre los seres queridos que nos han dejado. Si somos capaces de trasmitir que no tenemos temor a ese compartir de afectos, que no tememos hablar de nuestro miedo a la muerte con nuestros amigos hijos y conocidos, entonces estamos enseñando que el dolor es soportable si se puede compartir, que se puede vivir el duelo de otra manera muy distinta con más conciencia y confianza. Es entonces cuando en el contacto cálido de la gente que nos escucha sin miedo, ni prisa, podremos abrirnos a la posibilidad de encontrar una esperanza, un sentido al misterio de la experiencia tan extraordinaria que es la vida y que es la muerte.
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(via) Alba Payás en el Instituto de Psicoterapia Integrativa-Relacional