25 Oct Duet for one. El arte como terapia, vía de expresión y autoconocimiento
Jacqueline Du Pre fue uno de las grandes genios musicales del siglo XX, una chelista prodigiosa a pesar de haber tenido que interrumpir su carrera en 1973 con 28 años, debido a una esclerosis múltiple que terminó con su vida 14 años después.
En éste video entre bastidores con quien fue su marido, el director de orquesta Daniel Baremboim, se puede apreciar la soltura y espontaneidad con la que se expresaba musicalmente Jacqueline.
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Coincidiendo con el décimo aniversario del teatro Guindalera se está representando Duet for one, de Tom Kempinski y adaptada por Juan Pastor, una obra inspirada en la vida de Jacqueline du Pré a partir de aquel momento en que tuvo que abandonar su actividad interpretativa, y se enfrentaba al desarrollo y deterioro físico de su enfermedad. Una obra sobre pérdidas y el propósito de vivir.
Un mismo escenario, dos personajes, y una sola protagonista. Un dueto, para uno. Acertada metáfora de una terapia, y es que a través de seis sesiones de psicoterapia, observamos el acompañamiento del terapeuta al personaje de Stephanie-Jaqueline, interpretado con gran intensidad por María Pastor. Un doloroso proceso de duelo por la muerte de su propia vida, aquella que se servía y nutría de la música para ser ella misma. Una vida que se había apoyado precisamente en la música y en el propio proceso de aprender a vivirla, como una vía para superar la adversidad, e incluso otras pérdidas.
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«DUET FOR ONE, de Tom Kempinski, fue producida por primera vez en 1980 en el West End de Londres y una nueva revisión de la obra se estrenó en el Teatro Almeida, también de Londres, en 2009. La inspiración de la obra partía de la historia real de Jacqueline Du Pré, considerada como la mejor chelista de la historia, casada con el director de orquesta Daniel Baremboim y que murió muy joven aquejada de esclerosis múltiple en la cima de su carrera musical. Hoy en día todavía existe una gran controversia por recientes publicaciones y películas que ofrecen versiones contrapuestas de los protagonistas de la historia con sus múltiples brillos y sombras. Dejando claro que Stephanie, la protagonista de la obra, es un personaje imaginado que nunca existió, no por ello hemos evitado cualquier eco lejano que nos recuerde el personaje real de Du Pré, sobre todo en su relación con un instrumento tan especial como el chelo.»
«Partiendo de la última revisión de la obra modificada por el mismo Kempinski, hemos querido poner el acento en el desarrollo de la acción entre paciente y terapeuta, en el tratamiento de lo que, posiblemente, será la dolencia más común del ser humano en los próximos años: la depresión y sus consecuencias. Es probable que en este año 2013, más de la mitad de la audiencia haya experimentado algún tipo de tratamiento de problemas psicológicos e incluso de algún tipo de depresión. Posiblemente más del 25% de la población adulta actual, en algún momento de su vida ha consumido algún tipo de antidepresivos. ¿Cuáles son sus causas? El mundo moderno ha cambiado, ya no nos sirven las medicinas que nos vendían para los remedios del alma enferma, porque lo único que consiguen es agravar la enfermedad que padecemos. Los descubrimientos más sorprendentes, como el mundo de la cuántica y el dominio de la técnica, nos han colocado en un mundo enteramente nuevo, y más que nunca el ser humano necesita encontrar nuevos propósitos para seguir en este universo absurdo. Los propósitos o razones que nos habíamos dado durante siglos ya no nos sirven.»
¿Y cómo se puede reparar una pérdida semejante o incluso cualquier pérdida? Pregunta el director y actor Juan Pastor, que da vida al psiquiatra de la obra. ¿Y qué puede hacer un terapeuta ante un caso semejante sino acompañar, facilitar un espacio donde poder permitirse conectar y asimilar lo que se siente, y tratar de estimular ese propósito de vida desde el que encarar el futuro desde el presente?
El asimilar la muerte o las pérdidas es un proceso, y como tal, tiene sus tiempos y sus ritmos, y no hay manera de forzarlos porque además son diferentes en cada persona. Es un proceso que puede acabar bien, acabar mal, o acabar en falso (dejarse inacabado o pendiente).
Por lo general, hay bastante consenso en aceptar que todas las personas solemos atravesar las mismas fases ante las pérdidas y la muerte que describió la doctora Elisabeth Kübler-Ross.
– Negación, aislamiento,
– enfado o ira,
– depresión, apatía, falta de energía, desmotivación, tristeza,
– re-adaptaciones a la nueva realidad (esa fase que los psicólogos llaman “pacto” o “negociación“, porque básicamente consiste en ir “haciendo las paces” con la nueva realidad, con uno mismo, o con el Cosmos, y que pasa necesariamente por ser capaz de ver lo que queda en la propia vida, o alrededor en el entorno o en el mundo, con nuevos ojos, no desde lo perdido.
– y finalmente aceptación.
Si bien en cada persona todas estas fases se pueden dar en forma y orden diferente, o solapándose, o en diferentes ciclos (no se trata de pasar todas las fases linealmente), no hay medicina ni remedio que permita atajar esto, ya que la muerte, o las muertes, forman parte de la propia vida.
Una magia sin artificios, arte grande, auténtico pero humilde, como el que defienden desde el Teatro Guindalera, necesariamente reflejará éstas y otras verdades.
La obra seguirá representándose durante lo que queda de mes y el mes de noviembre, y os animamos a verla si no la conocéis ya. Tal vez el estilo que se desarrolla en la obra no cuadre con nuestra forma de hacer terapia, que también nos gustaría poder decir que es una especie de magia sin artificios (los psiquiatras de 200 euros por sesión suelen ser, digamos, diferentes), pero cuadra perfectamente con nuestra concepción de teatro como vía terapéutica (y de diagnóstico), vía de reflexión y auto-conocimiento.