11 May Sobre la moda de la reagrupación de clases
QUÉ ES LA REAGRUPACIÓN DE CLASES
La reagrupación de clases es un planteamiento pedagógico que se viene instaurando en algunos colegios desde hace unos años y que consiste en configurar nuevas clases dentro de un mismo nivel cada dos años, en infantil y en primaria. De forma que dentro de cada nivel educativo se mezclan y redistribuyen los alumnos y las alumnas de las distintas clases, configurando nuevos grupos.
DE DÓNDE VIENE
Por el momento no tenemos constancia clara del origen teórico de este planteamiento, ni desde cuándo se viene haciendo, o qué estadísticas se manejan de su aplicación en España o en otras partes del mundo.
QUÉ PRETENDE
En nuestra recopilación de información sobre el tema, no hemos conseguido dar con unos criterios estandarizados que sirvan como guía a todos aquellos colegios que optan por la reagrupación de las clases. Por lo tanto, no podemos hablar de un claro objetivo común consensuado sobre el que se sustente esta medida pedagógica.
No obstante, sí hemos constatado criterios similares entre distintos centros a la hora de organizar la reasignación, de los que entendemos que se pueden deducir los objetivos que se pretenden con esta práctica.
Los criterios que comúnmente se manejan en los colegios que llevan a cabo la reagrupación son los siguientes:
1- Homogeneización de los grupos, en un sentido amplio, y compensación de los niveles de desempeño.
2- Fomento de la interacción social, y de la capacidad de adaptación de los niños/as a nuevos entornos sociales.
3- Eliminación y cambio de roles adquiridos, individuales y grupales.
4- Eliminación de rivalidades, mejora de la convivencia en el Centro.
5- Mejora a medio-corto plazo el rendimiento del grupo clase y del alumno/a en particular.
6- Mejora de la flexibilidad cognitiva.
NUESTRO ENFOQUE COMO PSICÓLOGOS
Partiendo de los criterios planteados anteriormente perfilamos nuestra postura al respecto, por partes:
1- Homogeneización de los grupos, en un sentido amplio, y compensación de los niveles de desempeño:
Los grupos se configuran en gran medida en base a las dinámicas que van planteando los propios maestros, por sus intervenciones, por su atención a la individualidad y a la cohesión grupal. Lo deseable es trabajar dentro del propio grupo para que más allá de las diferencias entre los alumnos/as haya un buen funcionamiento de la clase, sin tener que recurrir para ello a la redistribución. Con la reasignación se interrumpe la propia evolución del grupo y su enriquecimiento porque sólo permanece durante un periodo limitado de dos años.
Además, se parte de una irreal expectativa sobre la maduración del niño y de la niña, desde la cual el menor permanecería mostrando los mismos rasgos y predisposiciones educativas durante los dos siguientes años. ¿Acaso podemos predecir que el que fue líder el curso anterior lo seguirá siendo el siguiente curso? ¿el niño/a más inmaduro de la clase seguirá siendo más inmaduro que el resto de sus compañeros/as? ¿Cómo podemos entonces asegurar que esa supuesta homogeneidad se mantiene en los dos siguientes años?
Así mismo, parece una tarea complicada valorar y juzgar cómo es cada niño/a, sin correr el riesgo a etiquetaciones equivocadas y por lo tanto de asignaciones equivocadas al grupo de destino en la reasignación.
Por último, el niño/a se termina desarrollando en un grupo creado bajo criterios, lo cual supone una situación artificial que raramente se van a encontrar en sus vidas en el futuro. Las personas no solemos convivir en grupos que han sido previamente configurados bajo criterios de roles adquiridos, dominancias o grados de madurez personal.
2- Fomento de la interacción social, y de la capacidad de adaptación de los niños/as a nuevos entornos sociales:
No cabe duda de que la capacidad de adaptación es un valor muy relevante y deseable en la sociedad en la que vivimos, sin embargo, en la infancia es igual o incluso más importante la estabilidad y el vínculo de apego.
El propio vínculo seguro permite una mejor adaptación del niño/a y una apertura saludable al exterior, al entorno social con sus compañeros/as de la misma edad. Cuando un niño/a tiene la oportunidad de forjar lazos afectivos estables con sus compañeros/as dentro de un mismo grupo, adquiere una seguridad que le prepara para manejarse en la interacción social y en la adaptación a nuevos contextos.
Por lo tanto, primero viene la consolidación de lazos afectivos estables y a partir de ellos se da la interacción social saludable y aumenta la capacidad de adaptación del niño/a.
Además, los niños/as no tienen la misma capacidad de mantener lazos afectivos a distancia que los adultos, necesitan el contacto directo y compartir tiempo con los otros. Todavía no se manejan bien con los aspectos simbólicos de la amistad. Es por ello, que cuando un niño/a deja de convivir con algunos de sus compañeros/as en clase es esperable que no pueda mantener los mismos lazos afectivos que antes, por mucho que se siga encontrando con ellos/as en los recreos u otras actividades puntuales.
Es decir, con la reagrupación se permite que los niños/as cada dos años convivan con nuevos compañeros/as pero se perjudica el desarrollo de lazos significativos con los compañeros/as con los que han convivido durante los cursos anteriores. Con lo cual es más que cuestionable el argumento de que la reasignación amplíe el círculo de amistades de los alumnos, si por amistad entendemos los vínculos afectivos estables y profundos con niños/as de su misma edad. ¿Queremos cantidad o calidad de amistades para los niños/as? Con la reasignación promocionamos la cantidad de interacciones sociales con distintos niños/as, pero perdemos la calidad en dichas interacciones.
Volviendo a la capacidad de adaptación como tema relevante, nuevamente nos encontramos con un criterio que podría ser bien satisfecho manteniendo los mismos grupos si se toman medidas que promuevan dicha capacidad. Se pueden mantener los mismos grupos y a la vez combinarlo con actividades en las que se mezclen niños/as de distintas clases e incluso de distintas edades, fomentar excursiones en las que convivan distintos cursos, realizar proyectos en común, fomentar que en el recreo se encuentren niños y niñas de distintas clases,…Existen muchas medidas que permiten combinar los beneficios de la estabilidad del grupo y del vínculo, con la adaptación a otros contextos sociales y la ampliación de las interacciones sociales.
3- Eliminación y cambio de roles adquiridos, individuales y grupales:
Si bien los roles individuales en parte se adquieren en consonancia con las expectativas del entorno escolar, su configuración es mucho más compleja y toca con otros aspectos como la autoestima, los roles familiares adquiridos o el nivel madurativo.
Por lo tanto, no es esperable que por el mero hecho de cambiar a los alumnos/as de los grupos sus roles se modifiquen o se eliminen.
Además, al utilizar criterios de reasignación precisamente se está cayendo en etiquetar a los niños/as con roles tales como “el líder”, “el dependiente”, “el que va mal en los estudios”, “el conflictivo”…¿cómo podemos pretender cambiar sus roles si precisamente les estamos asignando a un nuevo grupo según criterios que determinan el rol que se espera que van a desempeñar en los dos siguientes años? Parece una medida paradójica.
Frente a la reagrupación, nos parece una medida mucho más interesante y beneficiosa trabajar con grupos cooperativos que puedan permanecer en el tiempo. Este tipo de grupos permiten la reelaboración continua de las relaciones entre iguales y permiten el protagonismo a todos los alumnos y alumnas. Así mismo, los grupos cooperativos se pueden combinar con una buena atención a las necesidades individuales de cada niño/a dentro del aula y con una coordinación fluida con las familias para que se puedan trabajar aspectos como la autoestima, la seguridad en uno mismo, el autocontrol o el respeto.
Respecto a los roles grupales, si un grupo está funcionando bajo una etiqueta negativa sería beneficioso estudiar de dónde viene esa etiqueta y tomar medidas para resolver los problemas dentro del grupo. De esta manera, los alumnos/as aprenden a hacerse cargo de los problemas que atañen a su grupo, confían en la ayuda que pueden brindarles desde el colegio para superar roles negativos y tienen la oportunidad de vivir que los roles no son inamovibles y se pueden cambiar en caso necesario.
4- Eliminación de rivalidades, mejora de la convivencia en el Centro:
En relación con lo expuesto en el punto anterior, difícilmente las rivalidades entre alumnos/as se van a solventar por el mero hecho de realizar una reagrupación. Los conflictos y las rivalidades forman parte de las relaciones humanas y no podemos pretender que no se den o se eliminen, sino que deben ser abordados.
Nuevamente la medida más beneficiosa sería que dentro del propio grupo se pudieran trabajar y solventar las rivalidades. Desde el centro educativo se pueden proponer planes de convivencia, actividades que fomenten la cooperación entre los niños/as y acciones individualizadas que resuelvan las necesidades de cada caso. De esta manera se les daría la oportunidad a los alumnos/as a aprender a hacerse cargo de las rivalidades y se les brindaría de herramientas para resolverlas.
Por otra parte, los casos de bullying deberían estudiarse con especial atención ya que son situaciones delicadas y especialmente dañinas. Para ello, se deberían implementar en los colegios programas de prevención del bullying y brindar a los niños/as apoyo profesional en los casos de acoso escolar. Si un centro escolar tiene que recurrir a la reasignación para abordar el bullying entonces es que el colegio ha fallado a la hora de brindar su apoyo al alumno/a acosado y a quien acosa (con quien también se debe intervenir).
Implicar a toda la clase en la prevención y el abordaje del bullying es la mejor medida para minimizar su impacto en los centros escolares, por lo que la reasignación tampoco parece lo más acertado. Además, el propio alumno/a víctima de bullying puede percibir que no se ha podido resolver la situación dentro del grupo, aumentando su sensación de indefensión.
A todo esto se añade que el bullying comúnmente se produce en los pasillos, los recreos y los aseos de los colegios, más que dentro de las clases. Por lo tanto, aún cuando se realice la reagrupación, el acosador y el acosado se seguirán encontrando en los contextos en los que se venía produciendo el bullying y no será en sí misma una medida que pueda prevenir el acoso.
5- Mejora a medio-corto plazo del rendimiento del grupo clase y del alumno en particular:
Partiendo de la idea de que un grupo que sólo permanece durante dos años no podrá madurar, evolucionar ni enriquecerse al mismo nivel que un grupo que se pueda desarrollar a lo largo de los años, consideramos difícil prever que con la reagrupación se pueda verdaderamente mejorar el rendimiento de las clases (incluso cuando sólo consideremos su rendimiento a corto/medio plazo).
Y si vamos más allá, y pensamos en el rendimiento a largo plazo, más difícil es creer que se vaya a dar un mejor rendimiento en aquellos grupos que sólo tienen un recorrido de dos años.
Respecto al rendimiento de cada alumno/a, también se perderán lo enriquecedor que supone crecer y madurar dentro de un mismo grupo. A la vez que los eventuales problemas que puedan derivar de la adaptación a un nuevo grupo pueden repercutir en su rendimiento.
Aquí nuevamente se nos plantea que debería ser dentro del grupo y con el buen hacer de los maestros (por suerte existen grandes profesionales) desde donde se incentivara el mejor rendimiento del niño/a a nivel académico, intelectual, social y afectivo.
6- Mejora de la flexibilidad cognitiva:
Hasta el momento no hemos conseguido dar con estudios científicos longitudinales ni transversales que sustenten de manera contundente que a través de la reagrupación de las clases se consiga una mayor flexibilidad cognitiva frente a lo que ocurre si se mantienen los mismos grupos.
El cerebro infantil se caracteriza precisamente por tener una gran plasticidad cognitiva, y es por ello que si desde las escuelas se proponen retos y se fomentan la curiosidad, la creatividad, la resolución de problemas, la actitud analítica y crítica, etc., se podrá conseguir igualmente una buena flexibilidad cognitiva en los alumnos/as.
¿Va a haber entonces mayor flexibilidad cognitiva con la reagrupación? No tiene que ser obligatoriamente así ni tampoco está demostrado que sea así. Si dentro de las clases se estimula la flexibilidad cognitiva y a eso se añaden actividades para que los niños/as puedan interaccionar con los de otras clases (recreos, actividades internivel, mezcla de clases para algunos proyectos, excursiones,..) los alumnos/as podrán desarrollar una adecuada flexibilidad cognitiva manteniendo su mismo grupo durante años.
CONCLUSIONES SOBRE LA REAGRUPACIÓN DE CLASES
La idea de escribir este artículo surgió cuando en el colegio de nuestro hijo nos comunicaron que implementarían la redistribución de clases tanto en infantil como en primaria. Ante esta noticia quisimos profundizar sobre este enfoque psicopedagógico y contrastar datos con otros especialistas para poder forjarnos una opinión bien fundamentada como profesionales y como padres. No queríamos caer en la sobreprotección ni dejarnos llevar por la inquietud que genera el cambio, de ahí que hayamos querido hacer este esfuerzo por entender en profundidad este enfoque.
Después de indagar en lo que hemos podido recopilar acerca del tema, nuestra conclusión es que no está suficientemente probada ni bien fundamentada la superioridad de la redistribución de clases frente a la alternativa de mantener un mismo grupo a lo largo de infantil y primaria.
Los criterios que comúnmente se esgrimen para promover la redistribución pueden igualmente ser satisfechos si se articulan correctamente los grupos ya configurados. A lo que se suma que la redistribución puede ser perjudicial para los niños y niñas, al influir sobre el vínculo que establecen entre los compañeros/as de una misma clase.
Con la reasignación se fomenta una socialización más superficial, menos duradera en el tiempo, y se pierde el enriquecimiento que aporta al individuo la identificación con el grupo y su crecimiento dentro del mismo.
Además se pierde la posibilidad de que los problemas se aborden de principio a fin dentro del grupo. Así como no se permite que dicho grupo madure en el tiempo y en consecuencia que sus miembros se beneficien de su pertenencia a un grupo de referencia evolucionado.
Hemos escuchado que en algunos colegios donde se está llevando a cabo la reagrupación no parece que en general haya grandes consecuencias negativas para los niños/as, que al principio pueden pasarlo mal pero después se adaptan. El problema es que la mayor parte de las posibles consecuencias negativas no son detectables a corto plazo y no hemos encontrado estudios que hagan un seguimiento exhaustivo de estos niños/as en el tiempo.
Por lo tanto no es sólo que la reagrupación no sea una mejor alternativa, sino que puede ser una peor opción que no justifica romper vínculos y grupos cada dos años. Por ello, como psicólogos y padres, apoyamos la permanencia en el mismo grupo como la mejor alternativa para el desarrollo académico, intelectual, social y afectivo de los niños y las niñas.
CRITERIOS DE OTROS PROFESIONALES
Agradecemos la participación de diferentes profesionales de la psicología, psicólogos y psicoterapeutas, en la profundización de este tema del que existe muy poca información.
José Luis Linaza, Doctor en psicología por Oxford, catedrático y profesor de la UAM, sobre este tema:
Pablo Población, médico psiquiatra, especialista en psicoterapia, dinámicas de grupo y psicodrama. Todo un referente en el campo de la terapia de grupo. Fundador y director del Instituto de Técnicas de Grupo y Psicodrama (ITGP):
Elisa López Barberá, psicóloga, terapeuta familiar, especialista en psicoterapia y dinámicas de grupo y psicodrama. Referencia también en el campo de la terapia de grupo. Co-directora del Instituto de Técnicas de Grupo y Psicodrama (ITGP):
Entrevista a Iñaki López, psicólogo psicoterapeuta.
¿Qué opinas de la reagrupación de clases?
Mi sensación desde que oí hablar de ello es que como práctica pedagógica, aunque la intención pueda ser buena, tiene que ver más con la posibilidad de ayudar a los adultos que tienen que manejar a los niños, y que a veces pueden verse desbordados, que con las necesidades de los niños. A veces queriendo hacer cosas buenas se pueden hacer cosas terribles. Es decir, responde más a las necesidades de la institución educativa y de cuidado de los adultos que enseñan. Puede que ayude a la hora de manejar a ciertos niños disruptivos, que se supone que pueden representar el 20% de la clase según qué estudios y población, y que mejoren a través de moverlos por distintos grupos y dinámicas en lugar de dejar que cronifiquen en el mismo grupo (donde debería solucionarse), pero esto es una visión muy sesgada y cuestionable. Y es algo que aunque pueda beneficiar a un 20% requiere valorar también qué efecto tiene en el 80% restante.
¿Y desde la psicología infantil qué puede decirse?
Un factor clave para crear un vínculo es coexistir el tiempo suficiente. Algo tan elemental y sencillo como la circunstancia de compartir pupitre durante años puede ser la base de una relación significativa. Desde la psicología y las teorías del apego y el vínculo, está claro que es mejor, y atiende más a las necesidades del niño, especialmente los pequeños el mantenimiento de vínculos seguros, estables y duraderos a través de un grupo de referencia, por lo general pequeño. Los defensores de la redistribución contraponen a la pérdida de vínculos que supone la redistribución, en la que cada ciclo se cambia el grupo de referencia, la posibilidad de creación de un vínculo más grande con el “gran grupo” (unos 75 niños si son 3 líneas de unos 25) ya que a largo plazo a través de varios cambios, conoces a todos los alumnos. Pero claro, la calidad emocional de este vínculo no puede compararse entre este grupo grande y los grupos de referencia primarios clásicos, con lazos suficientemente seguros, fuertes, cercanos… Además esta capacidad de conocer tantas personas es algo evolutivamente posterior, es con la adolescencia cuando pueden seguir estas dinámicas más cercanas a la colección de personas que a la amistad, pero en la infancia temprana el gran grupo incomoda y estresa más que ayuda, y cualquiera que sepa cómo es un niño pequeño lo sabe: la confianza y la seguridad maduran, se adquieren y despliegan poco a poco.
Entre las consecuencias negativas que creo que pueden darse veo algunas graves. Al centrarse en el 20% que tiene problemas y podría ser que se beneficiase de ello, silencias y pasas por alto las necesidades de un 80% al que obligas a adaptarse y que necesita esa base segura de partida del grupo primario. No pongo en duda que se adquiera resiliencia y otras habilidades pero no es necesario. Algunos niños experimentarán este cambio como un duelo, un trauma, y un estrés añadido innecesario, con lo estresante que la educación y la escuela ya de por sí son. Las vinculaciones posteriores se hacen ya desde esa herida que lleva a no querer implicarte o profundizar igual en la siguiente, y así sucesivamente. Es similar al estrés que supone para algunos niños de familias separadas, o divorciadas y reconstituidas, y que vemos en consulta años después, cuando la historia de nuevas relaciones de los progenitores, a veces también con otros hijos por la otra parte, implican una serie de relaciones nuevas para estos niños, algunas de las cuales no prosperan, con el consiguiente daño psicológico.
Son herramientas que ayudan claramente más al centro que al niño. Ayudemos más bien a los profesores a tener más recursos, para no tener que sacrificar las necesidades de los niños con medidas como éstas.